miércoles, 18 de mayo de 2011

EL DOCTOR FRANKENSTEIN (1931)

La Universal ya hacía unos cuantos años que había arrancado en una etapa inicial aún de cine mudo, con unas películas que sin ser del género de terror, todos sus protagonistas se caracterizaban por una importante deformidad.
Su primera obra fue El jorobado de Notre Dame (1923), luego destacó la excelente El fantasma de la ópera (1925) o El hombre que ríe (1928). Sin embargo sería con la llegada del cine sonoro cuando la apuesta del estudio por los grandes clásicos de terror nos permitieran disfrutar de cintas tan interesantes como Drácula (1931) o de la que vamos a hablar hoy El doctor Frankenstein.
El gran éxito de ambas películas, casi coincidió con el encumbramiento de dos actores fetiches del género de terror: Bela Lugosi y Boris Karloff, quienes quedaron inmortalizados dando vida a Drácula y al monstruo respectivamente. El filón de clásicos no se detuvo y tuvimos unas grandes versiones de La momia (1932), El hombre invisible (1933), El hombre lobo (1935) y luego muchísimas secuelas de las que sobretodo destacaría la impresionante La novia de Frankenstein (1939).
Practicamente todas ellas tuve la suerte de verlas de pequeño y guardo un grandísimo recuerdo de esas noches delante del televisor descubriendo unas criaturas fascinantes y a la vez terroríficas, por lo que para mí está siendo un placer revisionarlas ahora e irlas comentándo aquí en el blog.
Ya empezando a hablar de la figura de Frankenstein, seguro que todos conocemos de sobra alguna de las versiones que se han hecho para el cine o leído la novela original de Mary Shelley; pero si algo hace especial a esta versión, es que ha dejado una imagen del monstruo que es un icono no solo del cine de terror, sino de la historia del cine y dudo que nadie no se imagine a Karloff cuando lee algo de este personaje. Centrándonos en la película, tenemos al Doctor Henry Frankenstein quien se ha recluído en una apartada torre para que nadie le moleste y así poder concentrarse en sus macabros experimentos e investigaciones, que no son otros que llegar a crear vida.
Para ello cuenta con la ayuda de Fritz, un cruel jorobado que le asiste tanto en su laboratorio como en la desagradable tarea de robar cadáveres frescos del cementerio y usarlos como partes de la criatura que está ensamblando. Al doctor se le presenta un problema inesperado cuando su ayudante Fritz le trae un cerebro erroneo que pertenecía a un criminal, por lo que al cobrar conciencia, la criatura resulta ser totalmente inhumana y solo tendrá inclinaciones para asesinar y sembrar el pánico, creando un gran dilema al doctor por haber dado vida a semejente ser.
Estamos ante uno de los clásicos del cine de terror más representativos y logrados de la década de los años 30, ya sin entrar a hablar de si es más o menos fiel a la novela, esta versión tiene una serie de secuencias que han quedado para el recuerdo.
La primera escena ya es genial, donde con un travelling lateral y con una campana de difuntos sonando de fondo, la cámara recorre uno por uno a los presentes en un entierro, para desplazarse luego y enfocarnos al doctor y a su ayudante escondidos, esperando el momento de robar otro cuerpo.
Los decorados y excelente escenografía de la película, se ven reforzados por una gran iluminación que sabe jugar muy bien con luces y sombras para crear esa gran ambientación.
Las escenas de la torre donde el doctor se encierra para trabajar son inolvidables, con ese laboratorio y el monstruo atado a la mesa, las escaleras torcidas y desgastadas o la mazmorra donde el monstruo será encerrado luego.
Imágenes como la de la pequeña María jugando con Karloff al lado del agua, o las del monstruo deambulando por los montes mientras huye o las escenas del molino, están muy logradas y son los grandes momentos de esta obra. La caracterización de Karloff merece un capítulo a parte y consigue crear una imagen imborrable, que unida a una buena labor por su parte, hicieran verosímil al monstruo.
Por otro lado, tenemos la historia de amor más o menos tópica entre el doctor y su prometida, y que está tratada según la moda de entonces, aunque esta no llega a molestar ni desviar realmente nuestra atención de lo que realmente nos interesa.
En pleno siglo XXI tal vez no se pueda considerar una cinta de terror, ya que no llega a asustar, sin embargo 80 años atrás la película causó tal impacto, que tras recibir numerosas quejas de grupos religiosos, se tuvo que rodar una escena de introducción en la que se avisaba a los espectadores de que la cinta tocaba temas relacionados con la vida y la muerte, dejando de lado la intervención divina... vamos que en esto no ha cambiado casi nada. En algunos países se decidió censurar algunas escenas y en otros simple y llanamente se prohibió su estreno.
Es una cita ineludible para todo amante del séptimo arte y todos aquellos que quieran disfrutar de una breve (70 minutos) pero muy lograda y entrañable película de terror.


1 comentario:

  1. Puedo sentirme afortunado de haberla visto en pantalla grande hoy en el pase del festival de Sitges 2011. La sala Retiro no estaba llena pero el respeto a este film era total, todo el mundo prestaba el 100% de sus sentidos para poder disfrutarla al completo. La delicia de su visionado ha sido lo esperado, perdonando ciertos reajustes de cámara y algunas luces distractoras. El film se mantiene ahí, arriba del todo en los clásicos del cine de terror, pero como tú bien dices, el género ha cambiado tanto que ya no entraría en ese género, pues de terror, nada.
    No recordaba el personaje del padre de Frankenstein (muy grouchiano), el tema de la boda ni la muerte de la niña de esa forma, quizás me condicionaron sus múltiples versiones.
    Como en mi caso también valoro la experiencia que me ha hecho sentir y las condiciones de su visionado, mi nota seria un 8,1. Es lo que tiene el festival, nos hace más entusiastas a todos, y sino, mira Attack the Block..

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