jueves, 13 de octubre de 2016

FESTIVAL DE SITGES 2016 : DÍA 6

Un festival de oferta tan amplia como es el de Sitges, nos permite adentrarnos en la filmografía de países que suelen quedar fuera de la distribución tanto en cines como en formato casero, tal es el caso del cine hindú, y en este caso no hablamos de producciones Bollywoodienses con centenares de alegres bailarines ataviados con colores chillones; si no de una producción oscura entre el thriller y el noir de la mano de Anurag Kashyap, quien en el 2012 ya participó en el festival con la exitosa Gangs of Wasseypur. Según propias palabras del director antes de la proyección, su intención era la de rodar una película acerca de la vida de Raman Raghav, un asesino en serie que en los años sesenta mató a más de 40 personas en la India. Sin embargo, el fracaso comercial de su anterior proyecto no le permitía abordar la historia por motivos presupostarios, por lo que tras una semana de trabajo y mediante el consumo de tres botellas de whisky -literal según sus palabras-, nació el guión de "Psycho Raman", que se rodó a continuación en tan solo 20 días, usando incluso la oficina y casa del propio director para recortar gastos. Todo ello queda como una mera anécdota y sirve para demostrar una vez más que para contar una buena historia no es necesario un gran presupuesto detrás. De esta manera, la película de Anurag Kashyap no es un biopic al uso, pero sí una gran inspiración.
La historia nos sitúa en Bombay, la ciudad más poblada del país y que esconde un intrincado laberinto inacabable de chabolas y construcciones precarias, donde el ambiente de extrema pobreza es irrespirable y claustrofóbico. Allí vive Raman -interpretado brillantemente por Nawazuddin Siddiqui-, un psicópata amoral que vive en un estado perpetuo de alucinación y delirio, que le lleva a creerse en contacto con los dioses y estar continuando la labor del famoso asesino Raman Raghav. Personaje de lengua sibilina, manipulador por naturaleza y que asesina por puro placer sin ningún patrón concreto para elegir una víctima.

A la espera de la siguiente víctima...
Su estado alucinatorio le lleva incluso a confesar abiertamente sus crímenes entregándose a la policía, que le cree completamente loco y lo liberan para que siga con su oleada de terror. Por otra parte está Raghav, un policía consumidor de cocaina que se aprovecha de su uniforme para saltarse la ley impunemente, ejercer un abuso de poder y traficar con drogas. Ambos son las dos caras de una misma moneda -no por casualidad si unimos el nombre de ambos nos sale el del famoso asesino de los años 60-. Raman vive una especie de obsesión con Raghav, en quien ve un igual, un compañero con quien compartir sus más oscuros secretos, lo que llevará a ambos a jugar un extraño juego del gato y el ratón imprevisible y con giros sorprendentes a lo largo de todo el filme.

Los inquietantes ojos que todo lo ven...
Brillante y absorvente, el viaje propuesto por las alcantarillas de la ciudad, entre callejuelas infectas, talleres atestados y minúsculos, en los que pulula esta bestia armada con una barra de hierro dejando un reguero de víctimas. Con unos diálogos y actuaciones muy remarcables, donde Raman sobresale convirtiéndose en uno de esos serial killer que no se olvidan; nos llega a encoger el corazón cuando decide que ha llegado el momento de matar -a destacar la angustiosa secuencia en el piso de su hermana-. Muertes habilmente situadas fuera de plano o de las que solo vemos sus consecuencias cuando días más tarde la policía encuentra los cadáveres. Interesante reflexión la que entrega Anurag Kashyap, mostrando la pobreza de los menos afortudos, la impunidad con la que los crímenes se suceden sin que la policía sepa actuar; o practicamente no hacer distinción entre un psicópata o la policía, una acusación en toda regla a la corrupción y la incompetencia de un cuerpo policial que permite que el asesino siga suelto. Una película a reivindicar, de lo más especial e interesante que hemos podido ver a lo largo de todos estos días.
(Redactado por Marc Ventura)


El género de superhéroes, sobre explotado como se encuentra actualmente por Marvel y DC con multitud de secuelas y sagas que prácticamente son un calco entre ellas, necesita un poco de aire fresco y salirse de los cánones más habituales para poder entregar algo original. El joven realizador italiano Gabriele Mainetti tenía en mente que tipo de película de superhéroes quería hacer, pero su propuesta chocó de frente con todos los productores que fue visitando, que le auguraron el seguro fracaso del guión que les proponía. Finalmente, según comentó antes de la proyección, decidió hacer lo mismo que para los cortos que había rodado previamente, es decir autofinanciarse. Y de esta manera nació "Lo chiamavano Jeeg Robot", que si bien no es una película redonda y del todo bien compensada, si que destila esa sabia nueva que tanto necesita el género. Y lejos de cumplirse los malos augurios de los productores, lleva en las carteleras italianas desde el pasado mes de febrero y ha ganado nada menos que 7 premios David de Donatello, contando con 16 nominaciones. Gabriele Mainetti se lleva el género de superhéoes a su Italia natal, y todo el proyecto se impregna de ello, tanto en lo social como estilísticamente.
La historia nos presenta a Enzo (Claudio Santamaria), un mediocre y antisocial ladrón que malvive en un tugurio en el extrarradio de Roma, cuya afición al porno y a las natillas ralla lo enfermizo. En una huida de la policía tras robar un reloj, se ve obligado a meterse en las frías aguas del Tíber para despistar a los agentes, con la mala fortuna que debajo de sus pies yacen toda una serie de barriles que contienen materiales tóxicos y en los que termina sumergido al ceder uno de ellos. Tras pasar una noche terrible con vómitos intentando expulsar la negra sustancia que ha invadido su cuerpo y presa de temblores y convulsiones, Enzo despertará sin saber que ya nada será igual y que ha adquirido unos poderes tales como la súper fuerza o cierta invulnerabilidad. Si bien una vez descubra esos poderes, Enzo, no tomará la decisión de ponerlos al servicio del bien, si no más bien al suyo propio robando un cajero autómatico tras arrancarlo literalmente de la pared.

El siempre hastiado Enzo junto a la joven Alessia...
No será hasta el momento que por determinadas circunstancias conozca a su vecina Alessia, hija de un amigo muerto en el momento en que descubrió sus nuevas habilidades, que nazcan en él los primeros sentimientos de protección y bondad, al ser esta puesta en peligro por unos mafiosos liderados por el desquiciado y brutal Fabio (Luca Marinelli), apodado "El gitano". Alessia (Ilenia Pastorelli), es una muchacha traumatizada por un pasado de abusos y la muerte de su madre, que ya no distingue completamente realidad y ficción, creyendo reales tramas y personajes de la serie de animación televisiva Steel Jeeg (Kotetsu Jeeg) protagonizada por Jeeg, un robot de acero que debe rescatar a una princesa, creada por la Toei Animation en los años 70. A partir de ese momento Enzo encaminará sus acciones a poner fuera de peligro a la chica y a enfrentar a toda una suerte de mafiosos.
La película juega con cierta inteligencia sus mejores bazas -un guión fresco y unos entrañables personajes- y se olvida de los habitualmente presentes efectos especiales y explosiones, para centrarse en el desarrollo de sus protagonistas, punto que se agradece. Siendo su primer tercio es el más sólido: desde la huida, la "contaminación" de Enzo, su posterior descubrimiento de los poderes y los primeros momentos con Alessia y los mafiosos, con muchos momentos hilarantes.

El psicótico Fabio, obsesionado con el éxito en las redes sociales...
El filme, no está exento de una certera crítica, por un lado hacia la camorra italiana, presente en todos los estratos sociales y que aquí incluso se sirve de atentados para luego poder aprovecharse de la reconstrucción y obtención de ciertas licencias. También se puede intuir, que son los responsables de haber lanzado al río los barriles con sustancias tóxicas en los que termina sumergido Enzo. Asimismo se rie de fenómenos sociales como "Gran Hermano" o la obsesión por el éxito en las redes sociales, siendo Fabio un exconcursante del mismo, que vive actualmente más obsesionado con las visitas de los vídeos de YouTube que ha protagonizado Enzo durante sus andaduras como superhéroe que de hacer algo remarcable con su vida; y que en última instancia le llevará a idear un plan signo del mismo Joker para intentar batir ese récord. Asumiendo su humildad e imperfección, esta particular deconstrucción del género es muy recomendable por su originalidad y buenas intenciones.
(Redactado por Marc Ventura)
 
Tras 9 cortos a sus espaldas y más de 16 años tratando de hacerse un hueco en el panorama, el bilbaino Haritz Zubillaga estrena su primer largo ante el siempre ávido público de Sitges.
Con tan solo una actriz y un escenario (el interior de una limusina), el autor vasco nos brinda una historia de suspense con ecos de terror, ínfulas psicológicas, y ya de regalo, una muy poco sutil crítica al mundo de la interpretación.
Una limusina recoge en la puerta de su casa a Amanda (la tinerfeña Paola Bontempi), una famosa actriz que recibirá esa noche un premio a su trayectoria en una glamurosa gala. Ya en su interior, comprobará que no será precisamente un viaje plácido y lujoso el que le espera, pues le será imposible salir si no va obedeciendo las extrañas instrucciones que una irreconocible voz metálica le va indicando.
Con tan pocos elementos a su alcance y una idea que se desvanece apenas conocerla, el film resulta, lamentablemente irrelevante, o lo que es peor, cobarde. Por un lado su puesta en escena se limita, en mayor medida, a primeros planos de la actriz (sin nada que objetar, pero acabamos empachados) o a mirar el led rojizo de la voz que habla en un suave zoom.
Son apenas 75 minutos de trayecto, pero tenemos la sensación de que ha durado más de 2 horas, y no precisamente por la intensidad pretendida. Son más nuestras expectativas por lo que pueda suceder y hasta dónde llegarán sus instrucciones, que lo que en realidad llega a pasar, pues Zubillaga ni se atreve, ni cruza líneas rojas, ni consigue que empaticemos con ninguna causa.

Amanda, viviendo un claustrofóbico e inesperado trayecto
La casi burda premisa de abordar con espíritu crítico el ego del actor/actriz, que pisotea a quien haga falta por un papel, o la sacudida psicológica que en teoría merece una persona de esos círculos tan frívolos, no son tratados con la suficiente inteligencia como para resultar mordaces.
Por contra, bien es cierto que nos quedamos con las ganas de que ese asunto se desarrolle con mayor destreza y acierto, pues no es del todo un tema desdeñable y podría tener su discurso.

Una sorpresita para no dormirnos
Su punto fuerte, las conversaciones, son irregulares pese a contar con momentos de ácida lucidez. El nivel de tensión y suspense decae pero nos regala ciertos minutos conseguidos (los referentes al desnudo); por lo que, aunque asumiendo que es muy poca cosa y que nunca llega ni a despegar, el primer trabajo del vasco tampoco resulta del todo irritante e incluso se deja ver (aunque no nos quitemos de la cabeza el "Cosmópolis" de Cronenberg), si nos la tomamos con la filosofía correcta.
(Redactado por Jesús Álvarez)


Tras entrar por la puerta grande con su shockeante debut, La casa de los mil cadáveres (2003), Rob Zombie se ha convertido en uno de los directores de referencia del género.
"31" es el nuevo film del director estadounidense, un trabajo donde retoma varias de sus obsesiones cinematográficas, como la de ambientar sus historias en los años 70 o los payasos grotescos y psicópatas. 
Cinco personas son secuestradas en los días previos a Halloween y mantenidos como rehenes en un lugar llamado Murder World. Mientras están atrapados, deben jugar a un juego violento llamado 31, donde la misión es sobrevivir 12 horas contra una pandilla de payasos malvados. 
La idea del film de convertir la historia en una especie de versión survival pasadísima de vueltas y deliciosamente gore de "Perseguido"(1987) es atrayente, pero el resultado no acaba de satisfacer las expectativas con un montaje desigual y extraño (esas cutres congelaciones de la imagen), personajes sin interés que sólo sirven como carnaza y situaciones alargadas.
El film cumple sobradamente a nivel de gore con escenas sanguinolentas protagonizadas por motosierras, desmembramientos y demás objetos punzantes, pero la forma de rodar estas escenas (y en general todo el film) con la cámara temblorosa y planos de 1 segundo pone más de los nervios que otra cosa. 
A destacar, eso sí, y como es de costumbre en Zombie, la ambientación degradante y sucia y los killer clowns, cada uno más grotesco que el anterior, pasando por un enano argentino nazi con esvástica tatuada en el pecho a una especie de alemán de 2 metros con falda de bailarina de ballet.


La primera escena del film en blanco y negro y con el payaso asesino hablando directamente a cámara, es elegante y muy sugerente, pero no se puede decir lo mismo del resto del film.
Pese a todo, es una gamberrada muy propia de Rob Zombie, con momentos entretenidos y que los fans del estilo del director disfrutarán.
(Redactado por Adrián Roldán)

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