domingo, 6 de octubre de 2013

FUNDIDO A NEGRO (1980)

Fundido a Negro (Fade to Black) se ha convertido en un estimulante descubrimiento a cargo del semi-desconocido cineasta Vernon Zimmerman (aquí con guión propio), y que nos propone una combinación peculiar entre el thriller urbano tan propio de los setenta, la comedia más negra, las (para algunos, pronosticadas) repercusiones del cine en la sociedad y el género más emergente de los ochenta: el denominado "slasher" o "cine de cuchilladas".
¿El resultado?, pues sin duda una película muy gratificante y todo un reto para el cinéfilo, ya que está tan plagada de guiños al séptimo arte, que convierte su visionado en un verdadero "tour de force" el alcanzar a destapar todas y cada una de sus referencias cinematográficas.
La historia se centra en el joven Eric Binford (Dennis Christopher, más cercano a Norman Bates/Anthony Perkins de lo que seguramente él pretendíó, y no en el buen sentido), es un chico inseguro e introvertido que convive con su insoportable tía inválida dentro de un claustrofóbico apartamento.
Eric está plenamente sumergido en su enfermiza cinefília (al despertarse, sólo le da los buenos días a su póster de Bogart, no a su tía), incluso trabaja algunas horas como recadero de una empresa distribuidora de cine, pero esconde un gran sueño: intervenir en algún film en el futuro, y si es con guión propio, mucho mejor.

Eric inmerso en sus películas mientras escucha los gritos de su minusválida tía
La insoportable pareja detectivesca. Lo peor del film.
Desde el momento en que se topa con la crujiente Marilyn (Linda Kerridge, la doble australiana de la Monroe), su fascinación por ella no conocerá límites. La guapa y radiante (que no brillante) aspirante a actriz, como no podía ser de otra manera, también parece sentirse atraída por nuestro escoliótico mitómano, así que comenzarán a verse.
Un desafortunado incidente en su segunda cita (aludiendo claramente al imprevisible y tan conocido carácter de Marilyn Monroe) junto con algunos motivos desafortunados en la vida de Eric, como discusiones con su tía, su jefe, un astuto productor de Hollywood que lo engaña y con compañeros de trabajo (entre ellos, un aún tierno Mickey Rourke) desatarán su ira y se tomará sus pertinentes venganzas personales.
Lo original del asunto es que, poseído ya por su desbordante e incontrolable cinefilia, Eric cometerá sus crímenes robando la personalidad de sus personajes favoritos del celuloide, para "uso y disfrute" del espectador.

Eric comienza a transtornarse
El jefe del chico....al que le espera un final muy apropiado
De esta manera, se cambia el nombre por el de Cody Jarret, el mítico personaje de James Cagney en "Al Rojo Vivo" (White Heat, 1949), imitando sus diálogos y hablando con su mismo acento. Pero ahí no acaba el asunto, porque también llegará a maquillarse como el mismísimo Lugosi y su "Drácula" (con ducha a lo "Psicosis" incluida), en la clásica "momia", en William Boyd y su Cassidy en el western  "The Eagle's Blood, 1935" o incluso como Laurence Olivier en "El prícipe y la corista", entre varios otros.
Claramente debo admitir que mi juicio sobre el film se ve alterado favorablemente por mi empatía cinéfila hacía el personaje. Su historia me ha llegado a fascinar, ya sea por su innegable originalidad, como por el divertido juego que plantea, amalgamando situaciones de mucho interés cinéfilo-cultural.
Lamentablemente, sucede una historia paralela en el film que no logra ni por un instante funcionar entre sí, dañando seriamente el resultado final.

Transformándose en Bela Lugosi
Impartiendo justicia a lo Butch Cassidy
Como la Momia, una excelente secuencia
Se trata de la investigación policial de sus citados asesinatos. Un desafortunado e incomprensible añadido argumental que desmerece y sobre todo, lastra de manera decisiva el funcionamiento del engranaje global.
Personajes detectivescos de chiste (ese momento de la armónica, por favor), una relación amorosa insoportable y un seguimiento torpe de los acontecimientos cometidos por Eric provocan que el film se hunda en el ostracismo, y desaprovechando la peculiar y brillante historia de nuestro justiciero cinéfilo.
Ni tan siquiera ese final de ensueño en el Chinese Theatre, donde se logra un poco de sentido entre ambas historias, consigue ya salvar la función, que queda irremediablemente empañada por la torpeza de esa endeble persecución policial paralela.

Emulando a Laurence Olivier con su propia Marilyn
Así pues, vemos como una trama verdaderamente genial (Eric y sus vengativos crímenes, sobre todo como la momia y la comentada escena de ducha) se ve lastrada por otra realmente lamentable, quedando como resultado una obra demasiado imperfecta para ser importante pero suficientemente interesante como para hacer disfrutar al cinéfilo.




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