sábado, 24 de noviembre de 2012

NAMELESS GANGSTER (2012)

En multitud de ocasiones ya he dejado bien clara mi devoción por el cine coreano, por lo que tenía bien marcada en la agenda Nameless Gangster: rules of time, una ocasión perfecta además para reencontrame con uno de los mejores actores de ese país y uno de mis preferidos: Choi Min-sik, que para todos aquellos que no os suene, fue el protagonista de Oldboy o quien daba vida más recientemente al despiadado psicópata de I saw the devil. La película nos muestra una historia que en ciertos pasajes puede recordarnos a producciones occidentales como Casino o Uno de los nuestros, teniendo en común con ellas el mostrarnos el ascenso y caída de un hombre metido en negocios turbios con la mafia, pasando del anonimato a crearse un nombre con una fuerte personalidad que erige un pequeño imperio a su alrededor. De esta forma nos situamos en la Corea de principios de los años 80, una época de muchos cambios con los Juegos Olímpicos en el punto de vista de un país que estaba sufriendo múltiples cambios para abrirse al mundo ante tal evento, y lo que suponía una oportunidad para todos aquellos avispados hombres de negocios y gente sin muchas contemplaciones ni miramientos. Y aquí conocemos al personaje interpretado por Choi Min-sik, un corrupto agente de aduanas que verá como a partir de un golpe de suerte al encontrar un alijo de heroína, empieza a tener contactos con auténticos gángsters, mafiosos de primera, para poco a poco ir creando a su alrededor un poderoso clan que aprovechará todas las oportunidades a su alcance para forrarse sin miramientos.
El film juega en dos lineas temporales, la primera vendría a contar lo comentado hasta ahora, desde los primeros chanchullos en las aduanas, hasta su entrada por la puerta grande y consolidación como uno de los hombres más poderosos del país. Mientras que la segunda empezaría en 1990, con la acusación por parte de la fiscalía, en que entre otros cargos que se le atribuyen, están la extorsión, secuestro, malversación o amenazas. Teniendo desde este instante en el punto de mira a un hombre que tirará de todos sus recursos para escapar de la mano de la justicia.

Un auténtico mafioso que abrirá las puertas de su mundo al corrupto agente de aduanas...
El film tiene una factura exquisita, como en las mejores producciones del género, con un montaje inteligente a la hora de situarnos en un marco temporal o en el otro, para ir avanzando de forma coherente y ordenada en una interesante trama, que además conjuga todos los ingredientes de clásicos arriba mentados (seguro que la escena del apaleamiento y posterior entierro en medio del campo, os remite a una escena casi calcada de Casino donde Joe Pesci y su hermano acababan de la peor manera imaginable sus andaduras como criminales).
Otro punto que queda de relieve en la película, es una crítica hacia la cultura y tradición coreanas (quizás cueste entenderlas para los poco habituados a ellas), como son las organizaciones jerárquicas dentro de los árboles genealógicos de las familias y que aquí son un importante puntal para justificar ciertas acciones y reacciones de los protagonistas.

Finalmente llegando a la cima, un respetado y temido business man...
Peleas con bates y todo tipo de ajustes de cuentas, marca de la casa...
No falta de nada aquí, desde acción con palizas de todo tipo y para todos los gustos (hasta la clásica con bates de baseball tan habitual en obras de esta nacionalidad), pasando por destrozar un teléfono en la cara de un secuaz que ha dejado mal al clan, y otras varias. De igual manera que la trama socio-política también satisfará a los más exigentes, haciendo que las algo más de dos horas del film se nos pasen volando y nos quede un grandioso regusto al acabar.

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