sábado, 24 de noviembre de 2012

BERBERIAN SOUND STUDIO (2012)

El segundo film del británico Peter Strickland (tras su road movie "Katalin Varga" en 2009) es Berberian Sound Studio, una película que nos permite viajar en el tiempo y retroceder hasta la década de los 70, cuando en Italia reinaban las realizaciones de películas de terror y del fantástico, generando incluso un subgénero propio llamado giallo, donde podemos encontrar directores tan destacados como Mario Bava o Dario Argento tras las cámaras.
Nuestra historia arranca con la llegada de un técnico de sonido inglés llamado Gilderoy (un buen trabajo el de Toby Jones) a Italia, con la misión de encargarse de la edición del sonido de la última obra creada por el reputado director Santini, una película giallo titulada The Equestrian Vortex.
Gilderoy, reputado experto en su trabajo, tendrá que lidiar con un nuevo mundo para él, y no solo por el reto de estar a la altura de lo que implica trabajar en su primera película de terror, sino por tener una enorme paciencia para no perder los estribos por los problemas que surgirán al trabajar con "profesionales" italianos.
Italia fue un país que explotó cinematográficamente los géneros norteamericanos más rentables, dando su réplica europea (y oportunista en ocasiones) a los éxitos de entonces, y convirtiéndose así desde finales de los 50 en el principal mercado europeo en cine "exploitation".
Sin duda los más importantes serían el "spaguetti western" (películas del oeste filmadas en Italia y alrededores), el "peplum europeo" (mal llamado también "sword and sandals") o la serie B de ciencia ficción copiada con descaro aprovechando el tirón de género (ejemplos como "Star Crash", de 1978 o ese "Alien 2: sobre la tierra", de 1980 hablan por sí solos).


Gilderoy revisando su nuevo puesto de trabajo
Pero sería a principios de los 60, cuando el genial Mario Bava, originara este subgénero llamado "giallo" ("amarillo" en italiano, y que era el color de los libros pulp en los que se basaban estos films) con su película "La muchacha que sabía demasiado" (La ragazza che sapeva troppo, 1962) una alternativa transalpina al slasher americano tan de moda por aquél entonces gracias al Psicosis (Psycho, 1960) de Hitchcock, y que dio pie a una nueva manera de entender el asesinato en pantalla con escenas mucho más sangrientas (Italia era más permisiva con la sangre) y jugando con el color, la iluminación, el misterio y sobre todo, con el sonido.


Gilderoy tratando amablemente de percibir su cheque
Lo que ofrece esta Berberian Sound Studio es la oportunidad de ver cómo se las ingeniaban en aquella época en una post-producción de un film giallo cualquiera, plasmando la manera de trabajar italiana (desordenada, caótica y donde no ves tu cheque al final de mes) desde un punto de vista británico (véase, educado, formal, metódico y puntual), lo que sin duda, le otorga un tono entre cómico y dramático al film de Strickland (estupenda escena cuando le explican a Gilderoy que debe gritar para obtener su cheque o sino no le harán caso).
Sin duda, la propuesta se agradece desde un punto de vista cinéfilo, por su estimable originalidad, su más que estudiado rigor fílmico (sin cansarnos con fechas ni nombres) y por meternos de nuevo en aquella época dorada del cine italiano, demostrando que el director ama el género y siendo un respetuosísimo film repleto de buenas y elogiables intenciones.
Sin embargo, eso no es suficiente como para crear una película del todo encomiable, ya que nos acaba fustigando con un ritmo excesivamente lento, muy poca iluminacíón en pantalla (efecto fallido en mi opinión el abuso del contraluz), narrativa rimbombante (demasiado empeño en mostrar los trucos de audio para mi gusto) y por consiguiente resultando difusa y algo cargante, por no decir aburrida.

Un excelente ejemplo de que los dobladores son verdaderos intérpretes en la oscuridad
Ni tan siquiera la grata sorpresa que esconde en su último tercio o destellos de excelentes actuaciones en medio de la trama (espléndidas intervenciones femeninas, por cierto) servirán ya para convercernos de su cometido, y lamentaremos que no haya sido un film mucho más atrevido y eficaz, y no tanto una propuesta experimental sobre un tema tan apasionante como la realización sonora de un film Giallo.
En pocas palabras, un planteamiento de mucho interés cinéfilo (de hecho, hay que serlo para poder disfrutarla) que evidencia las limitaciones de su joven director, desbordado aquí lamentablemente por su propia propuesta. Ojalá sea impulsora de similares proyectos en un futuro, ya que son muy necesarios en los tiempos que corren, sin duda.




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