viernes, 7 de septiembre de 2012

LA ZÍNGARA Y LOS MONSTRUOS (1944)

Que los Estudios Universal se excedieron en la década de los 40 con tanta secuela de sus mejores creaciones es algo innegable, ¿pero quién es capaz de resistirse si los números en la taquilla seguían respondiendo?
Así pues, el éxito que supuso el primer crossover de la casa Frankenstein y el hombre lobo (1943), propició que un año más tarde tuviera una continuación que se tituló House of Frankenstein y que aquí se retituló de una forma tan curiosa como La zíngara y los monstruos, aunque en algunos sitios aparece también como La mansión de Frankenstein.
En esta ocasión se hizo bueno el dicho de "donde comen dos comen tres" y decidieron darle entrada también al mismísimo Conde Drácula, logrando de esta manera un gancho difícilmente resistible para los seguidores del cine de terror de la época, ya que se incluía en un mismo film a las que posiblemente fueran las tres creaciones más importantes de la Universal (con permiso de la Momia o el Hombre invisible).
Sin embargo este nuevo crossover, a pesar de que en algunos aspectos que iremos comentando es muy apreciable, demuestra una cierta falta de coherencia incluso con ella misma o su predecesora, demostrando que los guionistas tampoco estaban mucho por la labor y trabajaban un poco con el piloto automático puesto.

Niemann encerrado por sus crímenes y experimentos contra-natura
La historia arranca en una cárcel donde tenemos el placer de conocer al Dr. Niemann (un ya veterano Boris Karloff) quien lleva cumpliendo más de 15 años de condena por culpa de una serie de experimentos diabólicos que realizó, en los que incluso se atrevió a trasplantar un cerebro humano a un perro (ojo que para la época esto debía ser extremadamente shocking). Junto a él está Daniel, un deforme jorobado que según cuentan fue creado por el hijo del Dr. Frankenstein (supongo que en sus ratos libres para matar el tiempo), ahora servidor fiel de Niemann, ya que éste le ha prometido crearle un nuevo cuerpo perfecto cuando salgan y pueda apoderarse de los documentos del inefable doctor.

Huyendo hacia su ansiada venganza...
Afortunadamente para ellos, debido a una gran tormenta, parte de la celda donde están encerrados cede y pueden escapar de allí y empezar a dar rienda suelta a sus planes. El destino les sonríe y en plena fuga se cruzan con Lampini, quien muy amablemente les acoge en su carromato, un hombre que lleva su circo ambulante de los horrores de ciudad en ciudad para exhibirlo, mostrándose especialmente orgulloso del ataúd que según él contiene el esqueleto de Drácula (John Carradine) con una estaca clavada en el pecho y que jura sacó personalmente de su castillo de los Cárpatos.
Ante la negativa de Lampini de acercarse de forma inmediata a la ciudad de Visaria donde Niemann tenía su laboratorio (y donde recordemos teóricamente perecían Frankenstein y el Hombre lobo al final del film anterior), lo liquidan y usurpan así su identidad para dirigirse a continuación hacia allí para vengarse de los que le denunciaron y encarcelaron. Será una vez en la ciudad y viendo a uno de sus enemigos, que con afán de atacarle de inmediato coja en pleno arrebato la estaca clavada en el esqueleto y para su sorpresa vea rematerializarse al Conde Drácula, a quien ofrecerá protección durante el día a cambio de que le ayude a liquidar a sus enemigos, un buen trato para ambos.

Amenazando a Drácula justo al resucitar...
De esta manera tenemos todos los ingredientes para que arranque el juego, los tres monstruos situados en un misma zona y un mad doctor muy cabreado con ganas de pelea.
Pero aquí es donde queda de manifesto el punto flaco más importante de la película, pues con la obligación impuesta a los guionistas de hacer aparecer a los tres monstruos y desarrollar una buena historia en tan solo 70 minutos, el guión en algunos puntos descarrila. El principal problema del conjunto es que Drácula nunca llega a coincidir con los otros dos, quedando reducido el film en dos partes claramente diferenciadas.
La primera media hora vendría a ser lo contado antes y hasta que se cierra la trama desarrollada por el Conde (realmente daba para mucho más y es una auténtica lástima que no supieran darle continuidad hasta el final), como tampoco convence completamente la sumisión que acepta Drácula de un simple humano (que Karloff impone con su presencia, pero no tanto...).

Gran escena, muy bien ambientada y llena de tensión con el Conde como protagonista
Y la segunda arrancaría con el descubrimiento de Niemann de los cuerpos congelados de Frankenstein y el Hombre lobo en una cueva que fue inundada cuando la presa voló por los aires al final del anterior film, una auténtica delicia de ambientación como puede apreciarse abajo (por eso comentaba que tiene puntos muy buenos y otros bastante dejados), decidiendo revivirlos para que les ayuden a encontrar los documentos.
El hombre lobo una vez despierto y como pasara en  Frankenstein y el hombre lobo, seguirá lamentando su infortunio y la maldición que arrastra, deseando quitarse de encima el estigma o morir para dejar de sufrir. La promesa de Niemann de ayudarle, lo convertirá en uno más de sus acólitos, mientras que la criatura de Frankenstein está tan gravemente dañada que necesitan trasladarlo al laboratorio del doctor para tratar de recuperarle.


Cuidada hasta el más mínimo detalle, esta cueva helada es lo mejor del film

De aquí al final se desarrolla la teórica venganza donde el saber hacer, la experiencia y presencia de Karloff mantiene decentemente el nivel en las escenas en las que participa, pero echamos en falta más protagonismo de las otras dos criaturas, que nunca llegan a interactuar aquí y dirimen sus destinos por separado, un gran error, al que se suma el ya típico final un poco precipitado que solía ser marca de la casa.
La gitana rescatada por el pobre jorobado...

Y me he dejado para el final un personaje que hasta ahora ni he comentado y es quien da nombre al título, la zíngara de marras. Siendo una gitana de nombre Ilonka rescatada por el jorobado de un campamento cuando iba a recibir una soberana paliza (¿un dejà vu de El jorobado de Notre Dame?). Su personaje es del todo desconcertante, tanto por lo innecesario que resulta, por como descafeina las escenas cuando sale o por su incoherente y caprichoso comportamiento. Personalmente me cuesta entender como reacciona, teniendo un cierto enamoramiento hacia el jorobado en un principio, para pasar a estarlo locamente cuando hace su aparición Lawrence Talbot (el hombre lobo) y empezar a maltratar, ignorar e insultar al pobre jorobado que queda humillado para sorpresa nuestra... digámoslo claramente, un zorrón de campeonato que no pinta demasiado aquí, a excepción de darle una presencia femenina y el punto romántico al asunto.
Y metiéndole los cuernos con Talbot al poco rato, brutal...

El resto de actores cumple bien a excepción de John Carradine a quien me cuesta ver como Drácula, estando unos cuantos peldaños por debajo de Lugosi o de las adaptaciones posteriores que contaron con Christopher Lee. Por su parte Lon Chaney Jr. repite papel y si es verdad que aquí no se da mucha cancha y tiene una participación limitada, sabe cumplir correctamente.
El monstruo aquí es meramente anecdótico, solo participa en los últimos minutos del film, ya que está todo el resto del tiempo postrado en una camilla y se vuelve a desaprovechar al personaje como ya pasó con su predecesora.
Estuvo encarnado por un tal Glenn Strange, de quien no puedo decir nada ni bueno ni malo, sale en el tiempo de descuento y no toca bola, para hacer una analogía futbolítisca.

Niemann con la criatura de su admirado Frankenstein...
Resumiendo un poco y haciendo una valoración global, la película me ha resultado bastante entretenida, como segunda parte de una secuela poco me esperaba de ella, realmente pensaba que iba a ser bastante peor, pero tiene ciertos detalles bien apreciables para el amante del cine de terror clásico que la salvan: Una escenografía cuidada y respetuosa con los clásicos de terror, la presencia de todo un Boris Karloff y el siempre atractivo que tienen las criaturas de la Universal, aunque hay que tomársela con cierta filosofía e intentando evitar la comparación con las originales. En tal caso los amantes de estas películas la podrán disfrutar.





3 comentarios:

  1. Me ha gustado tu analogía futbolística, muy apropiada,,,jeje.
    Ya veo venir la siguiente....la mansión de Drácula? same director, same cast.....??

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  2. Of course, ya he visto la siguiente que comentas. Desgraciadamente sufre un bajón, demostrando que poca cuerda le queda a la franquicia... en breve en el blog... aunque tengo otros dos clásicos de terror pendientes para colgar y quizxás para variar me ponga con alguna de ellas.
    Me alegra que te haya gustado, me he devanado un rato los sesos para encontrar algo que encajara y me ha hecho gracia...
    yo espero con ansias alguna de las tuyas... jajaja.

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  3. Básicamente estoy de acuerdo con tus comentarios. La presencia, siempre inquietante, de Drácula no se aprovecha como se hubiese podido. El mítico John Carradine no tiene, literalmente, suficiente metraje aquí para darle matices a tamaño personaje, y su incursión en el film es puramente comercial (aunque como bien dices, nos obsequien con ese magnífico plano del alba).
    Karloff está soberbio como mad doctor, el jorobado es un buen personaje (uno de los más perfilados además), el monstruo de Frankenstein ya es un monigote de reclamo y el hombre lobo/ Chaney Jr. sigue en su línea, que por cierto, aquí ya es agotadora.
    Si bien la idea del circo ambulante de los horrores me parece estupenda, estoy contigo en que la aparición de la bailarina zíngara lastra la segunda mitad del film, pues provoca un cambio de atmósfera que nada bueno aporta a esta historia de criaturas terroríficas.
    Sus bruscos cambios de humor y su inesperado amor por Chaney casi justificaban los latigazos que, minutos antes, el gitano le estaba obsequiando....
    En definitiva, una digna secuela más que conserva el encanto de este tipo de films y que pese a notársele un obvio desfallecer de la fórmula y un descarado sentido comercial, mantiene esa notable atmósfera de mágica irrealidad tan característica y una humildad en sus pretensiones que te obliga a verla con cariño. Buenos tiempos, aunque fueran los decadentes.....

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