sábado, 9 de junio de 2012

LA NOVIA DEL DIABLO (THE DEVIL RIDES OUT) (1968)

Christopher Lee se convirtió en el más famoso Vampiro cinematográfico de la mano de su amigo y director Terence Fisher, actualmente considerados ambos grandes iconos ya de la factoría Hammer británica. Personajes fantásticos de la talla de Frankenstein, el hombre lobo, el citado Drácula o incluso el mismísimo Sherlock Holmes fueron llevados al cine gracias a esta pareja de genios, dejándonos auténticas joyas del género que, en la medida de lo razonable, trataremos de repasar en nuestro rincón blogero (colaboraron exactamente en una docena de films).
En su última participación conjunta "The devil rides out" (en España, "La novia del diablo") unieron sus fuerzas una vez más para crear una historia de satanismo y magia negra al más puro estilo terror "brit" pero casi como un homenaje entre ellos (Lee suplicaría por llevar a la gran pantalla alguna novela de Dennis Wheatley, con obviamente, Fisher tras las cámaras).
No se ha tratado mucho el asunto del Satanismo en la historia de la Hammer (he leído que probablemente sea la única), y creo que gracias a eso, este film queda desmarcado del resto y resulta refrescante a la par que original (aunque no en el sentido más literal, pues es una novela).
El Duque de Richleau (Christopher Lee) y su amigo Rex Van Ryn (Leon Greene) comienzan a preocuparse cuando su amigo Simon (Patrick Mower) no da señales de vida desde hace meses, algo muy raro en él, así que tomarán la iniciativa de ir a visitarle a su nueva mansión.
Al presentarse de improvisto en aquella casa, descubren que Simon se ha convertido en un nuevo miembro de una secta satánica liderada por el malévolo Mocata (Charles Gray), quién a través de la hipnosis, lava los cerebros de algunos indefensos y los sacrifica al mismísimo Diablo.
Gracias a los amplios conocimientos sobre ocultismo del Duque de Richleau, lograrán apartar a Simon de aquella reunión satánica a la primera de cambio, pero el Duque Mocata no dejará escapar una presa tan fácilmente y continuará con su plan, caiga quién caiga.


Si de algo están de acuerdo varios críticos cinematográficos sobre el maestro Terence Fisher es que siempre impregnaba sus obras de un fantástico brío narrativo (lo corroboro), con una especial atención al acabado de sus colores (en su espléndida Drácula se aprecia mucho mejor este concepto) y sin descarrilamientos argumentales innecesarios, yendo directo al grano y sin paja de por medio.
No seré yo quién ponga en duda su profesionalidad a estas alturas, pero puede que a veces, el problema pueda venir directamente de la idea original a plasmar, de la fuerza de la historia en sí.
En este caso en particular, podemos decir a favor de "The Devil Rides out", que el asunto del Satanismo está tratado con seriedad y realismo, y que la mera presencia de Lee como figura anti-satánica es muy jugosa para el cinéfilo; sin embargo, al espectador actual le podrá parecer algo blandita en su concepción e incluso insulsa en su tratamiento del horror, limitado a ciertos efectos de sonido y algunas miradas hipnóticas (lo cierto es que la sensación es casi más divertida que terrorífica).
El film guarda encanto de sobras si, como un servidor, la escogéis adrede sabiendo datos sobre ella, (cinefilia pura y dura, vamos), pero rozará el fastidio si os cae por arte divino y la paladeáis sin conocimiento previo. Un poco como la sensación de que un vino te sabe mejor si el que te lo da a probar te habla maravillas de él o incluso te comenta su desorbitado valor.
Sus minutos iniciales prometen unas grandes dosis de suspense que luego no alcanza, los personajes (sobre todo Richleau y Mocata) son tan interesantes que nos queda la sensación de que han sido injustamente desaprovechados, y la historia de amor que surge entre las víctimas es muy olvidable, por no hablar del "Maligno" en persona, un aporte impropio de una producción de este calibre.
Sus numerosos momentos de suspense y su estética "Hammer" le otorgan un encanto casi indescriptible, de una elegancia fílmica solo posible por los británicos (esa caballerosidad y diálogos tan "correctos") y una atmósfera que corresponde a una época en concreto, cuando el cine de terror europeo se estaba descubriendo.

Curiosamente, su título se cambió a "The Devil's Bride" en los Estados Unidos para evitar posibles malentendidos con un western (the devil rides out puede interpretarse como que el "diablo cabalga") pero no funcionó tan bien en tierras yankis como en suelo británico, seguramente por su nula inclinación comercial.
Así pues, el que fue el film favorito de Christopher Lee (también porque fue el caprichito de éste), se desvela como una historia actualmente debilitada en su concepto (hoy el Diablo nos asusta bastante menos) pero que conserva elementos sumamente interesantes y rezuma buena cinefilia por todos sus poros. Una elección indicada para sibaritas del terror británico, pero bastante menos recomendable para el gran público, que podría salir decepcionado de la experiencia.

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