jueves, 12 de enero de 2012

SCANNERS (1981)

Scanners fue el cuarto éxito comercial del cineasta canadiense David Cronenberg, tras sus Vinieron de dentro de...(Shivers, 1975), Rabia (Rabid,1977) y Cromosoma 3 (The Brood, 1979) que propició el inicio de una pentalogía cinematográfica cada vez más lamentable, conducidas por otros cineastas de menor calado pero aprovechando la idea original hasta explotarla sin demasiado arte.
En esta primera parte de la saga, Cronenberg nos presenta una historia sobre asombrosas personas con poderes mentales que crean un grupo selecto comandado por el más fuerte de todos, Darryl Revok (un Michael Ironside tan estatua como siempre).
Son gente con capacidades telepáticas innatas que, con un poco de autocontrol, se pueden transformar en un arma mortal contra los demás. Darryl, de hecho, es capaz de reventar cabezas con su mente con tan sólo unos segundos de concentración, como nos demuestra en una de las primeras escenas del film.
El doctor Paul Ruth, estudioso del asunto, descubre a Cameron, un individuo "Scanner" (así los llaman) todavía más poderoso que Darryl y al que persuadirá para desenmarañar al susodicho gremio de posibles asesinos telépatas (que su intención es la de siempre, dominar a la humanidad y ese tipo de cosas).
La idea de una organización oculta de aventajados psíquicos que pretenden hacerse con el poder me parece excelente, y sobre la mesa debería tener un aspecto inmejorable acompañado de un sinfín de múltiples posibilidades fílmicas. Cabe lamentar pues, que el resultado en celuloide no haya sido tan genial como pudiera haber sido, y que la sensación de decepción sea inconsolable.
Una trama monótona y carente de ritmo convierten a esta cinta en una fallida y desaprovechada sucesión de interminables minutos solo endulzados por algunos aciertos puntuales (más de una conversación interesante o cuando hacen servir sus poderes)
Si bien fue filmada precipitadamente, escribiéndose minutos antes de filmarse, su análisis no puede ser benevolente hasta el extremo de perdonar ciertos aspectos de su posterior montaje, tales como una horrenda banda sonora (insufrible y molesta) o un decepcionante acabado técnico (ese efecto gore tan mejorable).


El actor principal es de juzgado de guardia (en mi opinión, pésimo) y el esfuerzo que se le requiere al noble espectador es demasiado alto para luego deshacerse en elogios hacia este proyecto, pues tal sufrimiento merece un pequeño castigo, aunque sea a través de una humilde reseña como esta.
Lo que la convierte en tan aburrida (a medida que pasan los minutos, cada vez más) son sus repetidas secuencias estáticas, de planos cortos y malograda completamente por horripilantes interpretaciones, a cada cual más insufrible. El elenco de actores canadienses (bueno sí, hay una brasileña), estropean una obra que ante todo, desperdicia una gran oportunidad, una inagotable fuente de ideas acerca del poder mental como arma que no acaba nunca en buen puerto. Una verdadera lástima. En comparación con su cuarteto de secuelas, ésta se luce con honores, pero no nos engañemos, todo es un espejismo ya que ni tan sólo es recomendable para paladear el aclamado estilismo del Cronenberg en su época dorada, que aquí se diluye entre tanto fotograma estéril.
Sus puntos fuertes (un guión interesante, una atmósfera a veces de pesadilla) equilibran nuestro visionado, que sin ser catastrófico, sí resulta limitadamente disfrutable.
Una opción pues para incondicionales de Cronenberg o para atrevidos enamorados de la ciencia ficción ochentera, ambos encantados con esta propuesta. Para un servidor, es un desecho cinematográfico del propio guión sobre el papel, a priori magnífico.

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