martes, 25 de octubre de 2011

ARDE MISSISSIPPI (1988)

Hay determinados films que van directamente a remover consciencias (o al menos eso pretenden), que tocan temas trascendentes de la sociedad y que además, lo hacen con un ritmo cinematográfico muy adecuado, formando una combinación interesante para el espectador.El asunto del racismo en los Estados Unidos tiene cierta vigencia incluso en nuestros días, pero están (casi) erradicados aquellos movimientos de ultra derecha xenófoba de clanes tipo Ku Klux Klan (KKK), que mediante actos intimidatorios y agresiva violencia oprimían a los que no pertenecieran a la raza blanca o pura, como ellos defendían.
En el estado de Mississippi se respiraba ese conflicto con especial intensidad, ya que la situación era del todo insufrible y el grupo radical del KKK causaban muertes por meras apreciaciones culturales, únicamente por tener un color de piel diferente, signo de carencia absoluta de humanidad y cultura.
Arde Mississippi nos sumerge en el año 1964, cuando tres activistas defensores de la integración racial desaparecen sin dejar huella. Dos agentes federales, Alan Ward (sensacional Willem Dafoe) y Rupert Anderson (un empachado de protagonismo Gene Hackman) investigarán el extraño suceso trasladándose al pueblecito cercano a Mississippi donde han acaecido los hechos..
Todo indica que es fruto del enfrentamiento entre los grupos segregacionistas y los mencionados defensores de los derechos humanos, dando lugar a un complicado caso de asesinato por motivos raciales que obligarán al duo del FBI a investigar a fondo.
Basada en un caso verídico, la película tiene innegables destellos de buen cine y cuenta con momentos formidables, tratando asuntos de debate social con auténtica mano firme, siendo además objetivo con unos y con los otros.
La ambientación y sus métodos cinematográficos están en perfecta sintonía, pues la hostilidad del pueblo sureño se palpa en el ambiente y traspasa la pantalla hasta alcanzar al espectador. Su tono melodramático y directo sobre el asunto racial despertó una fuerte controversia (muy necesaria, todo sea dicho) en su estreno, siendo vetada por algunos circulos debido a su feroz crítica al citado movimiento de extrema derecha.
Como he comentado unas líneas más arriba, las interpretaciones de la pareja Hackman-Dafoe van acorde con las pretensiones del film (buscando un contraste de ideales en todo momento), pero mucho me temo que la balanza se decanta por la caracterización del segundo, acertando de pleno en su rol de agente honrado y de métodos protocolarios ante las formas más indisciplinadas de su compañero de fatigas. En ese aspecto, Hackman se emborracha de su personaje y mueca tras mueca deshace un rol que le superaba, un papel que debía expresar con el cuerpo más que con la voz y que no fue capaz de dibujar al 100%.
Con todo y con eso, no disminuye la credibilidad general de la cinta y termina por no afectar demasiado al visionado, que continua siendo, a su manera, muy eficaz.
De buena factura y de destacable atrevimiento, esta película de 1988 se erige como una de las más conseguidas declaraciones cinematográficas hacia el racismo que jamás se hayan filmado, incluso dentro de un acentuado marco cercano al cine comercial (ya se sabe, dos caras conocidas y un argumento lineal).
Su mayor atractivo reside en una historia de relevante interés que se mueve entre dos géneros; por un lado es un thriller policiaco en busca de un/os asesino/s y por otro, un drama sureño con toques políticos, creando un cóctel arriesgado pero efectivo, además de entretenido.
La propuesta en todo caso es digna de destacar, pues ese balanceo entre géneros crea una película dramática muy profunda, con varias lecturas de la misma, ya sean políticas, sociales, racistas o psicológicas.
Si aún está entre vuestras películas pendientes de ver, lanzaros a ella, pues no creo que nadie salga decepcionado de su visionado, a veces algo tosco, pero en líneas generales muy notable.


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