miércoles, 6 de julio de 2011

KARATE A MUERTE EN BANGKOK (1971)

El educadísimo Cheng (Bruce Lee) llega a Bangkok desde China para conseguir trabajo en una fábrica de hielo gracias a sus familiares que tan amablemente le acogen. Cheng es un experto en artes marciales (¿alguien dudaba eso?) que le hizo una promesa a su madre de no meterse en líos y de no usar la fuerza bajo ningún concepto, pero al comenzar a trabajar en dicha fábrica descubrirá que en realidad es una tapadera para mover droga y que quién alce un poco la voz en el asunto acabará criando malvas.
Cheng ve como sus familiares van desapareciendo paulatinamente, percibiendo que algo oculto pasa en esa fábrica y con su despiadado jefe, el "big boss", comenzando una batalla personal contra todo aquél que se interponga en su propósito de averiguar la verdad.
Insisto en que la mera presencia del gran Bruce dignifica cualquier producto, ya sea por su colosal talento para las artes marciales o por ese carismático porte tan legendario que nos nubla nuestra visión crítica y nos hace relamernos con su simple existencia en pantalla. Esta película es un claro ejemplo de historia de venganza con familias asesinadas y amores imposibles, pero la contemplamos con absoluta devoción y nos cautiva de principio a fin, ya sea por su fácil estructura narrativa o por ese aire mágico que respiran las obras hongkonesas de los años 70. El caso es que sin saber muy bien por qué, los minutos pasan volando y es un hecho inequívoco de que la película cumple con creces su función, que es la de entretener, no en vano fue la película más vista en la historia de China.
De igual forma, despertando mi feroz análisis crítico últimamente hibernado, diré algunas cosas que me han parecido de parvulario. En primer lugar las actuaciones en general son insultantemente fingidas, pasando del dolor a la alegría sin despeinarse o guardando silencios absurdos que, al menos yo, considero inapropiados y de poca profesionalidad actoral.
En segundo lugar su montaje es mediocre (aunque resultón) y contiene una de las más nefastas selecciones musicales que recuerdo en un film, simplemente aberrante. Sin reparar demasiado en conceptos debatibles, como que absolutamente todo el mundo sabe kung-fu, mejor o peor, pero todo quisqui, y que Bruce Lee, probablemente por otros asuntos, no empiece a pelear hasta pasados 45 minutos, flojean mi valoración y consiguen que me recree en conceptos más negativos que positivos.
El asunto más molesto del film es sin lugar a dudas, el dichoso medallón que cuelga del cuello de Lee. Regalo de su madre (dice Bruce que tiene más de 70 años....y él 31, asi que fue bebé de riesgo), cada vez que lo enseña, lo aprieta o piensa en él, suena una odiosa melodía que acaba por destruir nuestros tímpanos, siendo del todo despreciable las continuas referencias a la promesa de no luchar, que por otro lado, a nosotros poco nos interesa, ya que queremos hostias, y si puede ser, pronto. A eso le sumamos algunas estupideces incongruentes, como las bobaliconas masajistas del gran jefe, del todo innecesarias, o los comportamientos de los chinos en las luchas, completamente absurdas y que acaban por desmerecer el producto que el bueno de Bruce intentaba hacer dignamente.

Big boss con sus masajistas retrasadas y su séquito de esbirros de tres al cuarto

Ensangrentado y cruel, aquí disfrutaremos del más despiadado Bruce

La parte más positiva del conjunto, obviando la figura de Lee, es que resulta su película más sanguinaria, donde él aniquila más personas causándoles la muerte, y no solo un coscorrón, como es costumbre. No usa los famosos nunchaku (raro) y no existe presencia de un gran maestro de artes marciales, como en sus posteriores films.
Basada en hechos reales vividos por Cheng Chiu on, a principios del siglo XX, cuando él solito luchó contra una mafia tailandesa hasta la muerte. Historia que se refleja en su actual estatua en unos jardines de Bangkok, la cual espero visitar pronto si mi economia me lo permite.
Imprescindible ver la entrevista (cortísima) a Tung Wai que tiene el DVD donde explica algunas proezas reales de Lee en su encuentro en un hotel de China, sencillamente brutal.

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