viernes, 17 de junio de 2011

CISNE NEGRO (2010)

Nina Sayers (Natalie Portman) es una bailarina de ballet de una compañía de Nueva York.
El director Thomas Leroy (Vincent Cassel), tras anunciar la retirada de su estrella principal Beth Macintyre (Winona Ryder), buscará una nueva bailarina para el papel principal de la nueva adaptación que está preparando del clásico El lago de los cisnes.
La obsesión de Nina por alcanzar la perfección, y poder por fin llegar a ser la estrella por lo que lleva luchando toda su vida, harán que más que nunca viva solo por y para el ballet con tal de conseguir ser la elegida.
Las exigencias de interpretar a la vez el papel del cisne blanco, todo sensibilidad, fragilidad y dulzura, y a su némesis, el cisne negro, imagen del descontrol, sensualidad y la encarnación del mal, harán que se obsesione hasta límites insospechados con su trabajo. Darren Aronofsky es por fortuna uno de esos directores que se salen del esquema típico Hollywoodiense que impera hoy en día, y sus trabajos, por contados, se convierten en regalos para el espectador que huye de los tópicos actuales, siendo Cisne negro otro excelente acierto del director. El uso de los personajes agónicos, obsesivos y torturados es una constante en su carrera, y si hacemos un rápido repaso en su corta pero importante filmografía veremos que a que me refiero: Pi, fe en el caos (1998), de la que Cisne negro toma ciertas pinceladas, Requiem por un sueño (2000), La fuente de la vida (2006) y El luchador (2008). Todas ellas tienen en su personaje principal a alguien con fuertes problemas (ya sean mentales, sociales o adicciones varias), y el caso de El cisne negro no es una excepción. El gran trabajo del director hace que desde la primera escena en que asistimos a un ensayo, disfrutemos con el uso que hace de la cámara para acompañar a los bailarines, y a lo largo de toda la película sabe plasmar los duros entresijos y sacrificios que exige una vida dedicada al ballet, logrando transformar con su cámara la armonía y belleza de la danza en pura angustia, dolor e incomodidad, para luego iniciar con maestría su juego de oscuros reflejos y dudas con las que nos enfrentará a medida que va avanzando la película. Natalie Portman destaca por encima de todos bordando su actuación desde el primer fotograma, haciendo creíble el personaje obsesivo y delicado a la vez, de una bailarina sobreprotegida por su madre. Portman hace el papel de su vida, con una figura frágil y que trasmite un gran dolor en sus esfuerzos por lograr lo que le exige el director de la compañía. 
Vincent Cassell, en su papel de director, sabe transmitir la dureza y exigencia hacia sus bailarinas. Él más que nadie reconoce las virtudes de Nina, su técnica y control que le sirven para bordar su papel como cisne blanco, pero es el primero en señalarle que precisamente ese control le impiden ser el cisne negro, exigiéndole que libere la sensualidad y el poder de seducción que tiene reprimidos con frases como: "Perfection is not just about control; it’s also about letting go".
El resto del reparto está también a un gran nivel, a destacar el fantástico el papel de Barbara Hershey (la madre de Nina) que logra hacerse odiar en su interpretación de una madre posesiva, bailarina frustada en su juventud y que trata a su hija como si una niña pequeña se tratara, con una relación totalmente enfermiza, o Mila Kunis en su papel como Lily, una bailarina con menos talento que Nina pero mucho más natural que ella, logrando una notable interpretación. Mientras Winona Ryder en su papel como veterana bailarina no llega a dar la talla y no te crees el personaje que interpreta.
Se le pueden encontrar muchas influencias, yo destacaría por encima de todas a La pianista de Haneke con esa relación enfermiza madre e hija con las mismas fobias y también algo de la conocidísima Mulholland drive de Linch.
Como resultado tenemos una película que atrapa y no te suelta, combinando perfectamente las escenas sobre el escenario y fuera de ellas, con imágenes duras e incómodas y otras bellas y sensibles, una dualidad que va acentuándose a medida que pasan los minutos, logrando un film que dificilmente pueda dejar a nadie indiferente, a mí me ha encantado y dificilmente podré olvidar la actuación de Portman, entregada como nunca.

1 comentario:

  1. Comprendo tu razonamiento, y en parte lo comparto. De todas formas, a mi no me ha parecido tan fascinante, y encuentro desmesurada la puntuación. La interpretación de Portman es brillante, cierto, pero no sé hasta qué punto la cámara tiene más mérito que ella misma. Los planos tan y tan cortos incomodan al cabo de unos minutos, y aunque sea toda la intención del director, se hace un pelín mareante. La música está perfectamente montada, creando una ambientación de lo más insana, y sus luchas internas (incluida la aparición del cisne negro) son de quitarse el sombrero, además, hay tiempo para la torridez, y eso siempre lo agradezco. Lo peor para mi: la Rider (ella y su personaje, ambos) y quizás, una sensación de pedantería en algunos momentos, o al menos esa fue mi sensación. Yo le pondría un 7,3.

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